La labranza ó cultivo de la tierra. El arte que enseña el cultivo y labor de la tierra.
Para ejercer la agricultura, se necesita poseer una suma de conocimientos prácticos y teóricos, tan varios y múltiples, que en puridad de verdad se puede asegurar que el buen agricultor en absoluto no existe.
La influencia de los meteoros, la vegetación, la localidad de las tierras y sus clases, la naturaleza de los abonos y sus aplicaciones, el cultivo de los prados, la producción de los ‘granos, cereales, y la cría de los animales, así como los métodos de hacer y conservar los vinos, extraer y purificar los aceites, son tantas cosas y tan importantes, que ni una sola ha de ser mirada con indiferencia por el labrador, que ha de tener siempre presente que todo contribuye á los adelantamientos de la agricultura, á la riqueza del país, al bienestar de la familia y al aumento del caudal.
El interés individual y la labor asidua, guiada por la inteligencia, son los agentes que hacen que el hombre se dedique con afán á las faenas del campo.
De todos los trabajos, ocupaciones, oficios y empleos, la agricultura es la que proporciona á los hombres la situación social más honrosa, más honrada, más extensa y lucrativa.
Cuando los pueblos fijaron su residencia, lo primero en que se ocuparon fué en la agricultura.
Desde entonces acá, el arte de trabajar la tierra precede á la civilización y la acompaña á través de todas las vicisitudes de la humana instabilidad.
Sin embargo, aun hoy, á fines del siglo XIX, no se ha llegado á la perfección en la agricultura. Desde Plinio y Columela, hasta Herrera y Cabanilles, y desde el siglo XVI hasta el día, se vienen señalando causas y proponiendo remedios para que los sabios y los legisladores trabajen de consuno, promulguen leyes, formen sociedades, difundan la ilustración y la enseñanza agrícola, etc., para que los cultivadores de la tierra logren llegar á la meta.
Todo y mucho más merece la agricultura, cuyas reglas se sacan de la experiencia y después, de la ciencia, que han de ir siempre juntas, como madre é hija, para que todo cuanto se haga en la tierra resulte útil y provechoso. El conocimiento práctico de un terreno, es el abecé de la ciencia agraria, y el pretender que en todas las tierras se pueden cultivar todos los frutos y empeñarse también en que todos, absolutamente todos los de una comarca son mejores que los de otra, es contrariar la marcha natural de las faenas agrícolas y contradecir la gran verdad que se encierra en este refrán castellano:
Cada villa su maravilla,
Cada lugar su modo de arar.
La agricultura práctica se divide en labranza, horticultura, floricultura, arboricultura, crianza de animales y economía agrícola.
El estudio de la agricultura requiere el conocimiento de la geología, de la química, de la botánica, de la zoología, de la meteorología, de la mecánica, de la arquitectura rural y de la agrimensura.
La agricultura es ciencia para los que saben, arte para el que practica con alguna reflexión y oficio, para el que trabaja por costumbre.
En una palabra, la agricultura tiene siempre dos objetos: es el primero quitar á la tierra la mayor cantidad posible de alimentos y devolvérselos luego con creces.
Al arte culinario, lo que más interesa de lo que queda dicho, es el cultivo de los campos, ó sea la labranza, la labor de la huerta, ó sea la horticultura y la crianza de los animales.
La economía doméstica, tan directamente relacionada con la cocina, ha de entender en estos ramos del saber agrícola para la buena alimentación en general y los refinamientos de la gastronomía moderna.